Barbie (2023) de Greta Gerwig es una película que se acaba de estrenar en casi todo el mundo y que tiene como protagonista a una muñeca que es conocida en todo el mundo, así que es lógico que todo el mundo también la quiera comentar. Por eso, y porque está moviendo una cantidad asquerosa de ganancias, algo que siempre genera algún tipo de amarillismo intelectual, sobre todo en internet.
Barbie es una comedia, con buenos números musicales, sobre la proliferación de sentidos y representaciones del feminismo comercializable y fácilmente digerible de estos últimos años en un entorno específico: la industria de grandes estudios. Gerwig habla con el permiso de dos empresas enormemente lucrativas y disciplinadas como Hollywood y Mattel. Y es justamente esta relación cercana a la autoridad la que posibilita, e incluso origina, en cualquier instancia, la pícara efectividad humorística en el relato que Gerwig hace del fenómeno Barbie.
La fábrica de ilusiones, de sueños americanos para mujeres hegemónicas y autosuficientes, se esboza en los primeros minutos de la película y, para salvarse de la imperdonable ingenuidad, una voz narradora va maquillando de ironía ese mundo perfecto, funcional, bello y feliz en el que viven todas las Barbies, contraponiéndolo de inmediato a la experiencia de las mujeres en el mundo real.

Antes de dirigir en solitario sus primeras tres películas, Greta Gerwig participó como actriz cuasi fetiche en varios títulos del género mumblecore, una subespecie del cine independiente made in USA que basa su argumento en las vivencias mundanas de jóvenes de entre 20 y 30 años que no paran de charlar sobre lo frustrante que es no tener expectativas, su falta de vocación, abundante incertidumbre y carencia de aventuras (porque la mayoría implican dinero, que tampoco tienen). Todos estos relatos llevan la marca de un presente lúgubre y torpe donde si cabe el futuro es únicamente para desesperarse. En este sentido la carrera como directora de Gerwig es atendible, e incluso interesante.
La actriz, cuando dirige, se traslada hacia las imágenes del pasado común de una generación, hacia los mitos fundacionales para el *universo femenino* como pueden ser la crisis del 2003 en EEUU para una adolescente en Ladybird, el siglo XIX y los primeros romances y aspiraciones profesionales de Mujercitas y una Barbie ochentosa en este caso. Este movimiento histórico en su filmografía podría leerse no tanto como una reescritura justa y contemporánea de esas protagonistas, sino como la posibilidad crítica de articular esas ficciones formadoras con el poder modelador que las representaciones conservan todavía hoy bajo el manto de lo cool.
En Barbie, los pasajes que enfatizan la desigualdad de género entre hombres y mujeres (en Barbieland hay sólo dos, y hasta ahí) son constantes y también evidentes. Pero leer en esas insistencias una torpeza argumental y expresiva de una directora desconfiada de sí misma que ya no sabe cómo pedir equidad de derechos y obligaciones es dejar pasar a la directora que hace comedia y cuyo lenguaje, ritmo y puesta sintetizan las carencias risibles de un dispositivo saturado de formas fagocitadas por la autorización legitimadora de los productores de imágenes consumibles reinantes (llámese Mattel, Hollywood o internet).
El humor es una alternativa. Ironizar sobre los mecanismos de distribución que a su vez financian estos vuelos de elocuencia y síntesis de los discursos extendidos es una posibilidad de acercarse a una leyenda vanagloriada, cuestionada y reinventada al infinito. Las películas Singing in the rain o Zoolander conviven cómodamente en esta autoparodia sobre modelos de representación, un género cada vez más frecuente dentro de las grandes productoras que coquetean con los efectos de su pregnancia en la cultura, sin negociar la economía rentable de su producto (aprendimos mucho de marketing en estos meses).
Con su formato de chistes meta discursivos y un sistema hipercuidado de producción, la Barbie de Greta Gerwig es una comedia musical que responde holgadamente a las expectativas de ingenuidad, picardía y entretenimiento del género, y también un concreto y astuto sketch.